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De los riesgos de la fotografía documental (Arles 1)

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24 de julio de 2017 por Lunettes Rouges

(artículo original, en francés, aquí)





Ester Vonplon, Sin título, Arctique, 2016. Con la amable autorización de la artista y de la galería Stephan Witschi.



A continuación algunos artículos sobre los Encuentros de Arles aunque estuve ocupado en otras cosas. Primero, me pareció que, mucho más que en las ediciones precedentes este año tenemos abundancia de exposiciones en las que predomina lo documental, más de lo que se espera en un festival de fotografía que no está verdaderamente centrado sobre ese tema. No es en sí criticable y numerosas obras documentales son reportajes bastantes interesantes, pero que han olvidado tomar distancia con su tema, sin reflexión crítica, sin originalidad creativa. Es el caso de la mayoría de las propuestas para el Prix Découverte (al que ahora están asociadas las galerías : ¿se estará mercantilizando? En todo caso ello excluirá a artistas no comerciales -el galardonado con el premio 2005, por ejemplo no sería elegido hoy- pero no creo que ello tenga un impacto sobre la propensión hacia el documental). Me parece que una reflexión interesante sobre cualquier tema, ya sean los lugares del poder, las mezquitas turcas, los nómadas de Sahel, o las antiguas bases soviéticas, no son suficientes para crear una obra fotográfica de calidad. Sobresalen los paisajes celestes de Juliette Agnel, quizás demasiado trabajados, y las bonitas imágenes árticas de Ester Vonplon, llenas de un vértigo infinito y de una melancolía austera, voté por ella.


 
Carlos Ayesta et Guillaume Bression, Retracing our steps, Fukushima Exclusion Zone, 2011 2016, foto del autor


El galardonado ha sido el más creativo de los documentales, el dúo Carlos Ayesta y Guillaume Bression, quienes tuvieron la buena idea no solamente de entrevistar y fotografiar (de forma bastante banal) a los desplazados de Fukushima, sino que muestran muros de bolsas de plástico llenos de tierra contaminada y sobre todo unas barreras de plástico transparente entre los árboles, frontera irrisoria entre los dos territorios, una poesía de la distancia. 




Eleonore Lubna, Pierna artificial de Olexandr Konyonov, Desyakin, 2017


Hay muchísimas otras exposiciones en las que los buenos sentimientos políticos, ecológicos y etnológicos no son suficientes para ir más allá de un trabajo de reportaje bien hecho, pero sin creatividad : es el caso por ejemplo de la obra sobre Monsanto, cuya denunciación de la empresa se ha convertido en el símbolo de todos los crímenes contra la naturaleza y está hecha de manera escolar, didáctica y sin relevancia : un realismo sin aliento, una fotografía que no va sobrepasa su discurso consensual (algo así como los paraísos fiscales de hace dos años). Del mismo estilo pero algo más trabajados, la documentación de Gideon Mendel sobre las inundaciones (vemos imágenes desteñidas mucho más sofisticadas que los retratos de pies en el agua); la obra de reportaje de Samuel Gratacap sobre los refugiados en Libia, y sobre todo el diálogo sobre Ucrania, entre el (relativo) veterano Guillaume Herbaut y la (joven) fotógrafa Eleonore Lubna, recién salida de la escuela y en el marco de las “conversaciones Olympus” que a menudo son muy buenas. Cada imagen de Herbaut, por tranquila que parezca, contiene un detalle que recuerda la guerra : hueco de bomba, vidrio roto, red de camuflaje, chatarra, huellas violentas de un conflicto y las personas desplazadas de Lubna llevan consigo el recuerdo y las marcas dolorosas, invisibles o tangibles. 




Mathieu Pernot, Les Gorgan, vista de la exposición, foto del autor



Pero, entre todas esas exposiciones que nos hablan del mundo tal cual es, hay una que sobresale y que se desprende realmente del montón puesto que interroga la forma misma del documental; es la marca de una evolución, desde la distancia inicial frente a un “buen tema” que interesa, hasta la relación fusional entre el fotógrafo y este tema; y es la de Mathieu Pernot con su familia gitana, los Gorgan, que ha estado fotografiando desde hace 22 años cuando estaba la ENSP (Escuela Nacional Superior de Fotografía). Está claro que podemos quedarnos en la superficie y no hablar sino de la familia gitana, de su historia, de su presente, de sus anécdotas y de su pintoresco, lo que ya es un tema interesante, incluso puede seducir al que no sabe nada de la cultura gitana. Pero el talento de Mathieu Pernot (muy diferente de casi todos los que citamos), es que traspasa el lado documental al interrogar su relación propia con el tema y al traducirla en imágenes. Le consagra un cartel a cada miembro de la familia, reúne sus primeras fotografías (tenemos en particular las fotos de cabina callejera de los niños, sus series más recientes como los gritadores delante de la cárcel), fotos tomadas por los mismos miembros de la familia sin que haya la mínima indicación, la mínima distinción, imágenes íntimas, un nacimiento, un duelo, una ahijada del fotógrafo. Está claro que es una obra sobre el paso del tiempo pero sobre todo una reflexión sobre el lugar del fotógrafo frente a su tema, sobre la distancia y su disolución, y es ello lo que hace, me parece, la mejor exposición de este año en Arles. Desde ese punto de vista es un trabajo más limitado pero más logrado que lo que mostró en el Jeu de Paume en 2014. Pernot también presenta en Toulon una obra sobre la historia de los gitanos en Francia, que no pude ver y es una pena. 

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De la fotografía nacional, Iran y Colombia (Arles 2)

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25 de julio de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)




Sina Shiri, Mollah en Kelishoum, provincia del Gilan, julio 2015, foto del autor



Es siempre interesante descubrir en los Encuentros de Arles panoramas de talentos fotográficos de otros países : este año Irán y Colombia. La dificultad del ejercicio es que pueden mezclar fotógrafos, que aunque vengan de otros países y den testimonio de su realidad, no son interesantes sino por eso, por el aspecto meramente documental, con otros, cuyo talento, creatividad y originalidad son tales que, sea cual fuere su nacionalidad nos encanta descubrir. Como sabemos poco de Irán y que, bajo el peso de las propagandas estadounidense e israelí, muchos tenderían a limitarse a estereotipos medievales, no es muy molesto para los fotógrafos iraníes pues todos (son 66), incluso los más ordinarios, nos hacen descubrir la normalidad rebelde de un país noble : incluso la fotos más sencillas de vacaciones, de amores, de alegría o de pena nos conmueven, pues precisamente, dan testimonio de la humanidad de un pueblo que algunos quieren estigmatizar vanamente. Es cierto que tratan mucho de identidad, de afirmación del individuo en una sociedad que parece rellena de normas, de modernidad y de tradición. Es por esta razón que me llamó la atención en particular la obra de Sina Shiri, quien en lugar de denigrar la religión y su peso sobre la sociedad civil, eligió fotografiar a ese mullah de Qom en misión por los pueblos del norte : un hombre con sus convicciones, con su diferencia.




Mohsen Rastani, El duelo de Achura, Bijar, Kurdistan iraní, 2008, foto del autor



Igualmente, Mohsen Rastani muestra el fervor popular durante la fiesta de Achura, sus manifestaciones místicas a las cuales nosotros somos más bien impermeables (bueno...), pero que no podemos ignorar para entender la complejidad de Irán. Al su lado, dos nombres más conocidos en Europa (la curadora de la exposición es la directora de la galería Silk Road, pero yo no sabría decir si ello ha influenciado la elección de los artistas) : Abbas Kiarostami, claro, que presenta una hermosa serie en la nieve; Shadi Ghadirian (Silk Road) y sus fotos seudo-Qadjar; Tahmineh Monzavi (Silk Road) y sus mujeres al margen; Gohar Dashti y sus desplazamientos de una pareja en escenas de batalla. La idea de la transposición, del desplazamiento incongruente parece ser además un medio para muchos artistas iraníes de acercarse lo mejor posible a la memoria de la guerra terrible con Irak : Dashti transpone escenas de la vida cotidiana de su joven pareja en medio del campo de batalla; Garidian mezcla objetos cotidianos y vestigios guerreros; Saba Alizadeh (Silk Road) proyecta imágenes de muertos en combate sobre los muebles de su sala.




Fatemeh Baigmoradi, Es difícil matar a alguien, 2016 2017, foto del autor




La memoria es un tema omnipresente, pero muchos la desplazan, la rodean, muestran sus frenos y barreras : como las fotografías raspadas de Ghazaleh Hedayat, las caras borradas de Hawar Amini (Silk Road), y las fotos quemadas de Fatemeh Baigmoradi, cuyo padre, activista político, hizo desaparecer de sus álbumes fotográficos los rostros de sus camaradas para que la policía no pudiera identificarlos si llegaban a detenerlo después de la revolución islámica. Añadamos a este conjunto apasionante de imágenes más bien clásicas de reportaje, entre ellas, qué horror, espectadores fotografiando un colgamiento (Ebrahim Noroozi), con qué ofuscar fácilmente una periodista olvidadiza de nuestras tejedoras




Andrés Donadio, Imagenes de un simbolo patrio, 2106



Pasemos a Colombia y a América Latina, con varias exposiciones : fotografía nativa, puesto que está de moda, bajo el curioso título de la vaca y la orquídea, un conjunto disparatado de imágenes curiosas y sin explicaciones; un reportaje sobre los indios Kogis, por encima de Cartagena, con el deseo de compartir con nosotros su visión místico ecológica del mundo; miradas cruzadas entre alumnos de la ENSP franceses y colombianos, cuyo trabajo más elaborado es el de Andrés Donadio, sobre un extraño ritual en el bosque del Tequendama.




Maria Fernanda Cardoso, It's not size that matters, it's shape, Museum of Copulatory Organs, 2010, foto del autor



La principal exposición sobre Colombia presenta 28 fotógrafos y encontramos con gusto a Oscar Muñoz y sus rostros en peligro de sumersión o de desaparición, vemos muchísimas evocaciones de la guerrilla, de las cuales retratos muy simpáticos de los combatientes de las FARC, se habla muchísimo de naturaleza y de ecología, pero, para ser franco, a parte de Muñoz y las vistas desde su ventana de Miguel Angel Rojas, me aburrí un poco. Me hicieron reír bastante las ampliaciones de sexos de insectos de María Fernanda Cardoso, foto científica en su paroxismo.




Miguel Rio Branco, Luziana, 1974 (1)



En fin, bajo los auspicios "Latina", también vemos una gran exposición (producida por el Jeu de Paume) de la chilena Paz Errázuriz que fotografía a los marginales, boxeadores, luchadores, travestis, ciegos, circenses y habitantes de la calle, y establece una relación de cercanía y de confianza; la exposición de la colección Poniatowski, Pulsiones Urbanas que se subtitula "Fotografía latino americana 1960-2016", pero (¿elección de los curadores o de los coleccionistas?) solo hay 3 brasileños de los 110 fotógrafos, y sus fotografías representan prácticamente sólo prostitutas y estriptisosas : premio del estereotipo despectivo. La exposición está dividida por temas algo reductores (la noche, identidades, colores populares, los condenados, y otros clichés), hay fotografías excelentes, pero, para protestar solamente les mostraré aquí el retrato de la bella Luziana, prostituta brasileña, por Miguel Rio Branco (los dos otros fotógrafos brasileños son Ayrton de Magalhães y Rosa Gauditano). ¡Listo!


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La sirvienta ideal, la planificación del territorio, y la señora Fulanita surrealista (Arles 3)

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26 de julio de 2017 por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)




Jean Dubuffet, Élément bleu XI, photomontage, 1967



Tres exposiciones en los Encuentros de Arles con dimensión histórica, incluso científica. Pasaré rápidamente por aquella consagrada a Dubuffet y a la fotografía, muy completa y documentada pero dedicada exclusivamente al uso que hizo el artista de la fotografía “sirvienta ideal” destinada a documentar la obra terminada o en curso, a mostrarla a través de proyecciones (el uso más original), a ayudarle a la memoria del pintor anotando tal impresión visual que servirá más tarde para construir una obra, a glorificar al artista trabajando, a ayudarle en la concepción de sus obras (como el montaje de las esculturas en el espacio público, arriba) pero que en ningún caso es la obra misma; es una simple herramienta (como lo dice el título de la exposición) : es sintomático que Dubuffet haya excluido la fotografía del campo del arte marginal, pues hecha con un aparato no podía ser aceptada. Habrá que esperar 2004 para que la fotografía sea reconocida como parte del arte marginal durante una exposición en San Francisco, Photography on the Edge.



Tom Drahos, vista de exposición, foto del autor



La exposición sobre la Mission Photographique de la DATAR sobresale por varias razones : primero porque representa una obra bastante lograda sobre la misión, luego porque al lado de Doisneau, Fenoyl, Koudelka, Ristelhueber o Basilico, saca a la luz fotógrafos algo olvidados como Tom Drahos y sus grandes composiciones/ desconstrucciones de objetos fotográficos; François Hers y sus horizontes conceptuales o Holger Trülzsch y sus redes de psicofotografías casi situacionistas, haciendo dialogar obras de época con otras más actuales, y ante todo porque analiza de manera crítica inteligente la cultura fotográfica del paisaje, la representación del mundo físico que nos rodea. En prima, un vídeo de Christian Milovanoff sobre su serie de oficinas, y sobre todo sobre la manera como se hace un libro de fotografía, sobre todos los secretos de la organización de las páginas y del diseño que los fotógrafos y diseñadores gráficos revelan rara vez : bonita lección. 



Nicole Métayer, Le lien, photocopies, 1974, photo de l’auteur



La tercera exposición culta, la del surrealismo hoy y ayer que presenta el Centro Pompidou, desafortunadamente no es muy convincente : es cierto que la parte histórica es interesante, a pesar de que esas fotografías las hemos visto muchas veces, sobre todo en el mismo Pompidou cuando hubo la exposición de 2009, y también aquí y aquí. Pero la curadora ha querido mostrar así los prolongamientos contemporáneos del surrealismo deshaciéndolo de su contexto histórico y reuniendo fotografías contemporáneas que revelan perturbaciones de la imagen, antipositivismo y teatralización, para tomar los términos de los carteles de presentación : eso es ir demasiado lejos : clasificar a Dayanita Singh, Sophie Calle o Alix Cléo Roubaud como surrealistas, es abolir toda definición histórica y satisfacerse de denominaciones mételo todo carentes de coherencia y que se limitan a lo extraño, al surrealismo según la señora Fulanita. Es cierto que hay obras interesantes, se descubren cosas bonitas (por ejemplo, compatriotas de la curadora desconocidos en Francia, como Aneta Grzeszykowska, quien junto a la checa Eva Kotátková es un poco más surrealista que los demás). Descubrí sobretodo los seis retratos con fotocopiadora que datan de 1974 de Nicole Métayer (una artista sobre quien he encontrado poquísima información y ausente de esta lista), es sin duda una de las primeras representaciones del cuerpo con el nuevo medio Xerox Art (ella inspiró el Copy-Art de Jef Aérosol); esa forma de desviar un medio, la exploración sobre otra imagen del cuerpo, más aún, del rostro, me parecen mucho más surrealistas que la mayoría de las otras fotografías contemporáneas que muestran aquí. En resumen, esta exposición y el libro que la acompaña, me han parecido bastante rebuscados y sin el rigor que supone una exposición que se define como científica. ¡Lástima!

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Las estrellas mías (Arles 4 y fin)

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27 de julio de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)




Dune Varela, Templo según museo, aluminio, impresión fotográfica, impactos de bala, foto del autor


Uno de los intereses de los Encuentros de Arles, me parece, es descubrir personalidades fuertes, exposiciones significativas de fotografías inspiradas, estrellas de hoy y de mañana, tal cual. Algunos son glorias conocidas, y, con la imagen que ya tenemos de ellos, pueden seducirnos (la muy completa retrospectiva de Annie Leibovitz) o decepcionarnos un poco (las imágenes demasiado anecdóticas de Joel Meyerowitz cuando empezaba, siempre dispuesto a mostrar el detalle que divierte, sin más), y hasta decepcionarnos mucho (la puesta en escena grotesca de Roger Ballen). Pero lo que descubrimos es más interesante, nombres que conocíamos sin precisión, de los que habíamos visto aquí o allí una reproducción y cuya fuerza descubrimos de repente. Primero Dune Varela, ganadora del premio BMW (mucho mejor que los dos años anteriores). Su exposición explora la materialidad de la fotografía y su vínculo con la decadencia, la decrepitud, la ruina. Al fotografiar vestigios de templos antiguos o al recuperar fotografías antiguas, desacraliza sus imágenes haciendo impresiones en soportes frágiles como el yeso, o incongruentes como la cerámica y las despedaza o les dispara (si, claro, polisemia) con pistola. 
Los huecos en la imagen, así como sus imágenes courbezianas de grutas profundas producen vértigo : ¿qué infinito se esconde detrás, al fondo del fondo? Es a la vez una obra melancólica sobre la ruina y una obra iconoclasta sobre la imagen y su profanación. Aunque la artista evoque a Niki de Saint Phalle, estoy más dispuesto a pensar en los que crean una fotografía disparando, como Jean-François Lecourt, o en los que anuncian la muerte de la fotografía como Valter Ventura o el señor Pippin (cuya exposición en Pompidou será objeto de una crítica aquí próximamente). En todo caso es una de las mejores exposiciones de este año, tanto por su densidad como por su originalidad.


Masahisa Fukase, Hibi, 1990, foto del autor



Otro descubrimiento, mucho más extraño, Masahisa Fukase, cuya vida trágica lo obliga a impregnar su obra de autobiografía : obsesión del autorretrato, identificación con el gato, con el cuervo, autodestrucción y desdén. Egoísta incurable, no sé, pero sin duda alguna, narciso desencantado e irónico. Sus retratos desfasados de familia traducen una cara de su psiquis, la relación ambigua con su padre y su culpabilidad, y también la muerte de su padre y la foto de sus huesos. Para olvidar esa angustia, fiesta, mujeres, alcohol, besar en la boca a Araki (y a muchas otras) y caerse borracho por la escalera de un bar, para luego pasar 20 años en coma antes de morir. Pero más allá de esa fotografía demasiado humana, hay también pequeñas maravillas formales, como las fisuras en el asfalto, negativos pintados con acuarelas. ¿Tendrá algo qué ver con la adivinación tradicional sobre el caparazón rajado de la tortuga? No lo sé, pero de forma inconexa me vino a la mente la frase de tono cristiano de Michel Audiard : "Bienaventurados los rajados porque dejan pasar la luz". ¿Quién sabe?




Karlheinz Weinberger, Swiss Rebels, foto del autor


Otra personalidad fuerte escondida detrás de la ropa sencilla de empleado en la fábrica Siemens, el zuriqués Karlheinz Weinberger quien da libre curso (fotográfico) a su pasión por los efebos, de preferencia populares y con músculos. Ello no sería sino otra prueba suiza de Von Gloeden (incluso va a Lampedusa, más salvaje que Taormina) si la exposición no mostrara también al lado de las plásticas homo-eróticas, su lado rebelde (sobre papel foto), su interés por los marginales, los desechados, los desesperados, los moteros, los matones, todos los amantes de libertad dentro del corsé suizo. Cuando se unen marginalidad sexual y pérdida de estatus social tenemos un coctel revolucionario a la Genet, entre audacia de la afirmación de si y rechazo de las normas. En lugar del empleado de la gasolinera Esso visto por todas partes al derecho y al revés este verano, yo les ofrezco una moto en llamas : ¿será un rito fúnebre como el de los gitanos de Mathieu Pernot?



Michael Wolf, vista de la exposición (Architecture of density, Hong-Kong), foto del autor


Otra figura, Michael Wolf, fotógrafo de edificios y ciudades, que goza de una puesta en escena espectacular (¿quizás demasiado?) en la iglesia de los Frères Pêcheurs. No me sedujo mucho su instalación bastante convencional de juguetes de plástico hechos en China pero me gustó su enfoque sobre la ciudad : las torres inmensas de Hong Kong, que presenta en gran formato; los detalles indiscretos robados a los habitantes de Chicago, los pasajeros aturdidos del metro de Tokyo, las sillas acomodadas recogidas en las calles de Hong-Kong. Es algo estereotípico pero su fotografía y su propósito son perfectamente coherentes y de sus instalaciones emana cierta energía. Este nativo de Munich dice que fue "sorprendido por la ausencia de señales de vida en las calles de Paris", una "ciudad que muestra pocas señales de modernidad en su superficie", y que ese contrasentido lo condujo a hacer fotos de los techos de Paris, las cuales harían juego en el presentador de una tienda de recuerdos en Montmartre. Como para ofuscarse, pero el resto vale la pena.




David Hornillos, Ustedes los vivos, foto del autor


En fin, para concluir con las individualidades fuertes, una personalidad colectiva, el grupo madrileño Blank Paper, que presenta las obras de unos diez de sus miembros y amigos : en ello admiré el tono justo, la inteligencia de la relación con la ciudad y la creatividad que renueva. Los carteles un poco confusos (o el visitante un poco cansado...), espero no equivocarme en las atribuciones. Los picados sobre los transeúntes de Antonio Xoubanova, los hombres perdidos que caminan entre cielo y tierra baldía de David Hornillos y el teatro de calle de Julian Baron (y su uso de la fotocopiadora) me interesaron muchísimo pues reflejan lo mejor posible esta visión del mundo.


De la exposición impactante de David Fathi, hablaré pronto, en un recuento más temático. Para completar, también vi las exposiciones siguientes de las que diré solo una palabra :
- Levitt France, documentación sociológico-arquitectural
- Siberia vista por las puertas del tren
- Accidentes de tráfico, voyerismo en serie de la muerte de los famosos en la calle
- Lenin desorientado, anécdotas
- Transportes Davignon, una película romántica fantasmada, rico propietario de castillo, sirvienta rebelde, erotismo discreto
- Una divertida y perturbadora colección de enanos y gigantes, exotismo y monstruosidad
- La teatralización documental de Alex Majoli
- Los tres mejores estudiantes de la ENSP, y exposición de los alumnos WIP en una iglesia y su escenografía desconcertante
Y no vi ni a Audrey Tautou (Dios me libre, pero supongo que es bueno para la taquilla), ni a Kate Barry, ni a los luxemburgueses, ni la realidad virtual.
¿Qué se me olvida? El off, sin duda, pero no tuve tiempo, lo lamento. 
¡Hasta el año entrante!


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La filosofía de Mr.Pippin

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30 de julio de 2017, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)




Steven Pippin, Photo-Me, Pinhole Camera, Villiers St. Londres, 1987, vista de la exposición, foto del autor



Es verdad que podemos ver la exposición de Steven Pippin (hasta el 11 de septiembre) en el Centro Pompidou como un gabinete de curiosidades, como una galería de rarezas fotográficas, y todo está hecho para ello, como por ejemplo este artículo (podemos difícilmente calificarlo de "critica") que habla de bromas fotográficas disparatadas, y mucho más. Es cierto que transformar una nevera en cámara estenopeica para fotografiar huevos, o una bañera para fotografiar a un bañista, es increíblemente divertido. Arriba, la puerta que oculta una cabina fotográfica transformada en cámara oscura, con una puerta para gatos en la parte de abajo para que el artista pueda entrar y salir sin que pase la luz. Y transformar los baños de un tren en cámara oscura, es de un descabellado, ¡amigo querido! (y la exposición no nos ahorra nada de dicho proceso gracias a la película de la experiencia). Y no les hablo de la hilera de lavadoras transformadas en aparatos fotográficos ante los cuales el artista pasa con una bella erección (abajo, serie intitulada ER, lo que no significa Elisabeth Regina), ¡Dios mío qué audacia!





Steven Pippin, Laundromat Locomotion, serie ER, 1997



Esta exposición presenta lo esencial de la obra de Pippin y si usted se contenta siguiendo el recorrido, este se hace de manera anecdótica insistiendo sobre lo extraño, lo raro, sobre el lado Geo Trouvetou (o Poincheval...), inventor estrafalario del artista. Está claro que ese lado existe, que a Pippin le encanta inventar, experimentar, construir dispositivos originales, inéditos. Él pone esos hallazgos al servicio de una idea : si usted se contenta con mirar la exposición para maravillarse con sus jugueteos técnicos es fácil pasar sin entender, lo que muchos hicieron.




Steven Pippin, Non, 2007



Para mí, Mister Pippin es un gran pensador de la fotografía : es cierto que expresa sus teorías fotográficas tanto con la práctica como con la teoría (escritos), es cierto que no se llena de referencias a Benjamin o a Deleuze (como muchos), pero creo que su contribución a la filosofía de la fotografía (photosophie : neologismo cortesía de Christian Gattinoni) encaja al lado de Barthes o de Flusser. Para entenderlo hay que leer sus textos en el catálogo, pues aclaran su enfoque de manera muy interesante : aunque uno de sus textos se intitula Photographicus Philosophicus, no se trata de tratados de filosofía sino de notas breves, reflexiones fulgurantes sobre lo que es la fotografía, sobre su posible fin, y sobre todo sobre el tipo de proceso que sigue "no tanto para producir imágenes sino para materializar experiencias del pensamiento". Léanlo lo más pronto.



Steven Pippin, Leipzigerstrasse Berlin, 2007


El lugar de la exposición en donde mejor vemos esto (el menos oculto) es la vitrina que muestra algunos de los aparatos fotográficos que ha creado, los unos (arriba) estériles, maquinas fotográficas solteras, que funcionan pero que no pueden tomar fotos, otras híbridas, mitad analógicas, mitad numéricas (la fotografía aquí arriba, que no está en la exposición, que hizo con su combinado Analogital en la ubicación del muro de Berlin : la parte izquierda con la parte numérica del aparato y su parte derecha con la parte analógica del mismo aparato), o cortadas en dos que toman fotos de ellas mismas (el catálogo da bastantes otros ejemplos) : la destrucción del aparato, con bala o con fuego no es solamente una diversión de "agitado", va a la par con una reflexión sobre el papel del aparato y sobre su ambigüedad, sobre su producción y su uso fuera de lugar. Su exposición en Estrasburgo hace seis años fue más elocuente en cuanto al tema (notas de mi entrevista con él, en inglés).


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De la inmortalidad

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31 de julio de 2017 por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)



David Fathi, Sin título (carretera y célula HeLa), serie El último itinerario de la mujer inmortal, 2017.


En Arles empezamos con la instalación fotográfica y musical de David Fathi : células del tumor cancerígeno de una mujer negra estadounidense, Henriette Lacks, que murió en 1951 fueron extraídas en contra de su voluntad, sin informar a sus descendientes, y han sido el origen de numerosas células utilizadas para la investigación en los laboratorios de biología. Ahora bien, esas células 
son inmortales : si se dejaran prosperar, en tres meses cubrirían la tierra entera. 
Un biólogo ha dicho incluso que se trataba de una nueva especie, diferente de la especie humana. Fathi explora esta historia siguiendo la carretera que conduce al hospital Johns Hopkins hasta el cementerio en donde enterraron a esta señora al mismo tiempo que da todo tipo de informaciones sobre la historia (incluyendo a todos los artistas que se la apropiaron sin respeto por su familia : Pierre Huyghe, David Altmejd, Vik Muñiz…) y analiza el racismo y la segregación frente a la apropiación biológica. Es un laberinto oscuro, marcado con fotografías muy oscuras de las cuales emergen imágenes del tumor. El elemento más significativo es que al acercarse al cementerio, David Fathi renunció a ir hasta el final para no ser un blanco más, abusador, en esta historia.  


Alain Fleisher, La aparición del Monstruo 


La exposición El Sueño de las Formas, en el Palacio de Tokio (hasta el 10 de septiembre) explora las relaciones entre arte y ciencia : como ocurre a menudo con Le Fresnoy (que ha organizado la exposición) la ciencia o la técnica silencian un poco la creación artística y se encuentra uno enfrente de obras eruditas, difíciles de explicar a los que no han estudiado en Politécnico (según la fórmula habitual), y de interés estético escaso. Entre las excepciones agradables hay un vídeo, naturalmente de Alain Fleisher quien, un día, al darse cuenta del crecimiento anormal de su cactus decidió entonces modelizarlo, extenderlo y aplicar ese modelo de crecimiento visual canceroso a una torre, una serpiente y un sillón, que se multiplican hacia el infinito. 


SMITH y Hoang, Saturnium, vista de la expo


La otra obra que sobresale en esta exposición es la de SMITH (a la que me cuesta no volver a llamar Dorothée Smith) quien, con la complicidad del músico Antonin Tri Hoang, nos cuenta la historia extraordinaria de un nuevo elemento atómico, el Saturnium, descubierto por Marie Curie y disimulado durante un siglo en el fondo de un pozo del instituto Curie; todo ello respaldado con documentos seudo científicos (uno de los investigadores se llama Bogdan Joe Liu-Khury…) sobre el origen (un meteoro que atravesó los anillos de Saturno a principios del siglo xx) y las propiedades del elemento, dotado de 666 protones. Una de sus propiedades es la de detener el tiempo : los modelos andróginos y ambiguos que le gustan a SMITH desde el principio de su carrera, expuestos al Saturnium ya no envejecen. Una bonita historia (en el libro) para fotografías bastante similares a su obra inicial; y es siempre más placentero y creativo que los modelos matemático-biológicos de los otros artistas de la exposición. 


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Sumario de julio de 2017

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31 de julio de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)

8 reseñas este mes (y mucha fotografía : ¡ estamos en julio !)

1 de julio    : Desvernaculizar a Walker Evans
3 de julio    : Monumento por una poetisa difunta (Ângela Ferreira)
24 de julio  : De los riesgos de la fotografía documental (Arles 1)
25 de julio  : De la fotografía nacional, Iran & Colombia (Arles 2)
26 de julio  : La sirvienta ideal, la planificación del territorio y le señora Fulanita surrealista (Arles 3)
27 de julio  : Las estrellas mías (Arles 4 & fin)
30 de julio  : La fotosofía de Mr. Pippin
31 de julio  : De la inmortalidad (David Fathi, Alain Fleisher & SMITH)






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¿Quiere pasar la noche en el Museo?

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1 de agosto de 2017, por Lunettes Rouges




(artículo original en francés, aquí)




foto Bruno Lopes


Aquí ya no se trata simplemente de dormirse delante de un vídeo, ni de dormir en un hotel lleno de obras de arte sino realmente de pasar una noche o dos en una cama de verdad en un museo de verdad. Experiencia rara : el Palacio de Tokyo lo ofreció pero en un contenedor sobre el techo (y por una tarifa exorbitante); el visitante número 10 000 000 del Rijksmuseum fue invitado a pasar la noche en su interior ante los Rembrandt; y, hace 30 años, Jean Dethier, al preparar para Beaubourg una exposición sobre el diseño de los cuartos de hotel, quiso transformar El Centro Pompidou en hotel en el cual hubiera sido posible pasar la noche durmiendo en la exposición misma (la seguridad no quiso). No se trata (a mi edad…) de inscrustarse clandestinamente, a la Ben-Ner en Ikea o a la Lazar Kunstmann en el Panthéon. Si comer y beber en los museos no es extraño (y también con Patrick van Caeckenbergh en la Maison Rouge o con Rirkrit Tiravanija más o menos por todas partes, o a veces para levantar fondos con ricos mecenas), pasar la noche en el museo en más que raro. Entonces, acabo de pasar dos noches en el Museo de Arte, de Arquitectura y de Tecnología de Lisboa (Belém), una antigua planta eléctrica transformada en museo hace 11 años (es en esa parte en donde dormimos) y cuya bellísima extensión desde el punto de vista arquitectural, recién fue inaugurada. 



foto Bruno Lopes


Es lo que propone la artista portuguesa Ana Perez-Quiroga (hasta el 9 
de octubre) : en este proyecto invita a curadores, artistas, críticos, a dormir allí, intercambiar con ella y con los visitantes, para que luego narren sus experiencias. Ante todo, no es por nada si la reservación se hace a través de Airbnb (en donde el alojamiento está clasificado como cabaña), cuando uno sabe que el espíritu y el encanto de Lisboa se están marchitando bajo la afluencia de los turistas y cuando uno ve que barrios enteros (como Altama) están ocupados especialmente con arriendos para turistas y casi vaciados de sus habitantes locales que ya no pueden alojarse allí. Bueno, en el nivel inferior del museo, en donde estaba la sala de cenizas (todavía vemos las carrileras para los carritos), un jardin/playa y una casa. La arena de la playa es en realidad de corcho, las paredes muestran 14 variedades de azul para el mar y el cielo; podemos perecear en sillones de playa mirando videos de la artista. La casa es cómoda y agradable, los muebles los diseñó la artista y están estampillados APQHome, además todo está en venta : son entonces objetos de arte que merecen un multiplicador de precio elevado : un tenedor, 25 euros y el pequeño aspirador 350 euros. Lo que veo ahí, más que una manera fácil de ganar dinero gracias a los tontos, es una denunciación sutil de los mecanismos financieros del mundo del arte, en linea directa con R. Mutt.





Y ¿qué hace uno durante dos días en el interior de un museo? no se está preso, se puede salir para pasear al sol a orillas del Tajo, visitar las otras exposiciones a las horas de apertura (12am-8pm), leer, escribir, enviar mensajes (yo estaba en el momento en que anunciaron la tentativa de d'artwashing con la pretendida Bienal del Mediterráneo), y sobre todo, hablé con algunos visitantes, con aquellos que parecían interesados por el proyecto, recuerdo, portugueses, estadounidenses, canadienses, mejicanos, un colombiano, italianos, franceses, una suiza, españoles, escoceses, ingleses, holandeses. Cosas que recuerdo, entre otras : 
- N & S con su bebé de 5 semanas, interesados por todo y por el neón azul
los comisarios de una exposición anterior de la artista   
- dos jóvenes escoceses a quienes invito a una 
cerveza
- H & V con quienes hablo de Nápoles   
- dos encantadores chicos traviesos quienes, apenas doy la espalda, escriben palabrotas en el libro de oro 
 - una arquitecta griega que vive en Australia, a la que le parece que es la mejor exposición del MAAT y que me pregunta "puesto que todo está en venta, ¿porqué no usted?" 
- un inglés de la región de Newcastle que se detiene ante los enormes pilares metálicos y muy emocionado me dice que trabajó en la acería de donde provienen, hoy cerrada
- una de la mediadoras del MAAT, más curiosa o menos tímida que sus compañeras (página 68), con quien hablamos de Miroslav Tichy
- y una tropa de scouts... 











¿Y de noche? Pues de noche, salgo a cenar y después a dormir, sin que la luz del día me despierte (lo que me hace falta). Me hubiera gustado deambular por las salas del Museo en medio de otras exposiciones y : 
-romper la pared de Fernanda Fragateiro

- hacer músculo en los aparatos inaccesibles de Igor Jesus  
- recorrer el astroturf de Carlos Garraicoa (arriba)
- o desplazar los cuadros de Ana Cardoso y perturbar el orden de conmutación (me parece la mejor pieza de esta exposición colectiva), pero claro que no pude hacer nada de todo eso ... (y, a propósito de las otras exposiciones, estuve de acuerdo con la arquitecta griega). 
Dos informaciones complementarias : 
- el 8 de septiembre pueden ir de fiesta
- hay almuerzo el 7 de octubre.




foto Bruno Lopes


¿Qué enseñanzas sacar? Primero que el paradigma de Ana Pérez-Quiroga sobre la porosidad de la frontera entre público y privado, entre íntimo y expuesto, sobre el cual está basada toda su obra, funciona perfectamente : estoy "en casa" pero cualquiera puede entrar, sentarse en un sillón o probar una cama. Es cierto que son visitantes de museo a priori bien educados y que sólo es entre 12am y 8pm, pero yo siento cierta forma de molestia, de situación desagradable (y evito rascarme la nariz). Es una forma de transmutación, de alteración del cotidiano. Luego, el hecho de estar allí, ni artista, ni mediador, ni visitante, me lleva a reflexionar sobre mi sitio, y por consiguiente sobre lo que es un museo y cómo lo percibimos. En fin, ello cuestiona sobre el papel de la artista misma, para quien esto, es una obra de arte total, pero que desaparece el primer día después de recibirme : creó un dispositivo y luego lo deja funcionar, un poco como en la linea de lo que Franco Vaccari hizo en Venecia en 1972 (y en otras partes...), me parece.



Ana Pérez-Quiroga, Cubiertos Swissair, 32 €, 2014


Es entonces un proyecto emblemático del enfoque de la artista entre público y privado. Es así que ha realizado todo un proyecto artístico en torno a su apartamento, con un catálogo sistemático de todos los objetos que allí se encuentran, y la posibilidad de compartir su comida y su espacio de vida, y la de comprar cualquiera o todas sus posesiones. El apartamento ya no se compone de zonas tradicionalmente privadas (habitación, cuarto de baño) y de zonas públicas (sala), todo se mezcla. Su sensación de intimidad no está basada en sus posesiones (ni en su cuerpo), sino en sus sentimientos, sus pensamientos : su pudor protege sus afectos, no su desnudez. En otras instalaciones de su Breviario del Cotidiano, objetos robados aquí y allí en lugares públicos, cucharitas de café, bolsitas de azúcar, audífonos distribuidos en aviones, etc. se exponen en vitrinas de museo, numerados, catalogados, documentados : lo que hicimos un día y de lo que no nos vanagloriamos se muestra aquí, confesión pública (sabiendo que los robos de obras de arte siguen impunes, metopes del Partenón con Bodas de Caná).







La abolición de la distancia entre vida privada y su postura de artista se encuentra en numerosas obras suyas. He visto, en el Museo del Chiado, una instalación en la que, sobre una pared tendida de rojo, para evocar un interior burgués tradicional, había dispuesto 35 platos de porcelana decorados con una imagen de ella (impresa sobre la porcelana como los retratos de los difuntos en las piedras tombales), desnuda sobre una mesa, expuesta como una mercancía, un objeto de consumo (lo que deseaba la arquitecta griega con quien me encontré en el MAAT), y a la orilla del plato, en cuatro idiomas, la frase, "Detesto estar gorda, cómeme por favor" (« I hate being fat, eat me please »). La oposición al hogar burgués, la intrusión de una sexualidad casi pornográfica, el mandato al conformismo estético de la delgadez, el llamado ambiguo a consumir alimentaria como sexualmente, contribuyen a afirmar un discurso político y feminista que, cubierto de ironía, es de una violencia radical.




Ana Pérez-Quiroga, The Walking Women, 2010


Otro ejemplo de sus transgresiones entre intimo y público : Cuando la Exposición Universal de Shanghai, las autoridades desaconsejaron a los habitantes que salieran a la calle en piyama, como lo hacían de costumbre. Llevar piyama en público está considerado como transgresivo, no solamente es una negligencia poco elegante sino que también es desvelarles a los demás de forma impertinente la intimidad de la cama (sueño y sexo). Entonces, la artista se paseó por las calles de Shanghai, en un centro comercial y por el Consulado de Portugal, en compañia de una china, las dos empiyamadas. Esta performance perturbadora, independientemente de su dimensión histórica (dizque la piyama fué un invento portugués que los chinos adoptaron en el siglo XVIII), es también una forma de cuestionar el lugar de la mujer en el espacio publico.



Ana Pérez-Quiroga, After A Pilha de cores, 2010


Como si nada, Ana Pérez-Quiroga, en efecto, afirma con fuerza su enfoque feminista, en torno al estereotipo del ama de casa, de la asimilación de lo íntimo y de lo femenino, y de la dificultad cultural para las mujeres de tener presencia pública. Así, sus numerosas piezas de tela de colores (una alrededor de la bandera, otra con su economía participativa, o aquella y todas las que decoraban las paredes y el techo de la cabaña del MAAT) no son solamente decorativas : reflejan el paso de la artesanía al arte (con, como ejemplo, Anni Albers), y de la manera como ese pasatiempos femenino se pudo afirmar como arte. En resumen, en toda su obra, sistematismo e ironía son las herramientas para hacer un discurso político y critico.

Las fotos sin leyenda son del autor

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¿ Hockney fotógrafo ?

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11 de agosto de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)



David Hockney en pleno acto de creación artística


Rara vez me he aburrido tanto como en la exposición de David Hockney en Pompidou (hasta el 23 de octubre) : todo es tan previsible, tan arreglado, tan para gustar. Parece un jugador de tres cartas haciendo su número, al tiempo que los textos que acompañan la exposición le añaden todavía más, citan todas las justificaciones posibles para valorizar al artista, un procedimiento que bien conocemos (la referencia a Vermeer porque la luz viene de la izquierda es mi preferida). Se pasa de vaina en vaina, de pavoneo en pavoneo : ¡ah, el hedonismo californiano! ¡ah, las imágenes homoeróticas a hurtadillas! Si Greenberg dijo que sus lienzos no deberían verse en cualquier galería que se respete, no es porque son figurativas (como lo insinúa el cartel), sino porque son falsas, son engañifas, son coge pelotudos. Es de verdad un suplicio ir de sala en sala rodeado de tal mediocridad comercial.



David Hockney, Gregory swimming, LA, 31 de mayo de 1982


El único momento de respiro está en la sala en donde exponen sus composiciones con polaroids : aunque allí también se vuelve una vaina (perspectiva invertida y puntos de vista múltiples), algunas de las composiciones juegan con la simultaneidad y la ubicuidad, como la del nadador repetido y multiplicado unas treinta veces. Uno de los raros momentos en los que percibimos cierta densidad, una reflexión no comercial. Para huir.



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El paseo de Simón

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12 de agosto de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)




Gonzalo Elvira, ST, 2017


En medio de la exposición barcelonesa de Paula Rego, que no me interesa realmente, se encuentra una pequeña joya (hasta el 8 de octubre) : la reconstrucciónde la vida y hechos de un anarquista ucraniano llamado Simón Radowitzkypor un artista argentino (de Patagonia, para ser preciso) que se llama Gonzalo Elvira. Ya, con pocas palabras, uno se encuentra desplazado a otro mundo, a otra época, cuando todavía había anarquistas que iban de país en país sembrando ideología y terror, para hacer temblar las bases del mundo. 


Gonzalo Elvira, SR000. 2016


Pero el interés reside en la manera como Elvira trata su tema : evidencias brutales disimuladas bajo formas discretas : dibujos con tramas, imágenes apenas visibles, apariciones fugaces en las páginas de un diccionario. Se trata de las huellas ínfimas de un casi clandestino, no hace sino pasar : un archivo vuelto a inventar, recompuesto. 


Foto 1 del autor


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Imperceptibles percepsiones según Ismaïl Bahri

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21 de agosto de 2017, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Ismaïl Bahri, Ligne, 2011



Justo antes de entrar en la exposición de Ismaïl Barhi en el Jeu de Paume (hasta el 24 de septiembre), nos intriga una imagen. Es necesario un instante para darse cuenta de que tiene un suave movimiento, de que es un video y no una foto y se necesita un rato más largo para ponerse al ritmo de ese movimiento sutil, para que cuadre con nuestro cuerpo mismo y para percatarse de que está en su lugar, armonioso, coherente, sincronizado, realizado. Y con razón : se trata de la cadencia de un pulso, de un corazón, el suyo, el nuestro; lo que vemos es una gota de agua puesta sobre una piel, sobre la arteria de un brazo, de una muñeca, que vibra imperceptiblemente en cada sístole, que vibra entonces en mí también (un poco más lento, es verdad, alguna bradicardia). De cierta manera este video da el tono sobre la obra de Bahri : sencillez extrema de medios, relación poética y pulida con lo real, proceso en desarrollo, ineluctabilidad del tiempo que pasa.





Ismaïl Bahri, Sondes, 2017



Todo es movimiento elemental, la arena que desliza entre los dedos de una mano descarnada, los periódicos que se desenrrollan por capilaridad en una superficie con tinta, las hojas de revista arrugadas interminablemente entre los dedos : Todo es desarrollo, el hilo negro tembloroso que conduce poco a poco a las manos del que lo está enrollando, el huequito que por combustión devora poco a poco toda una hoja blanca. Todo es juego de manos, de dedos, incluso de palmas, todo es transformación, mutación, transferencia. Todo es poesía imperceptible y títulos sencillos.




Ismaïl Bahri,Source, 2016



Hasta la anti película final, Foyer, ciega y parlante, que niega la imagen, que la oblitera para dejar subsistir solamente las palabras, pronunciadas en dialecto árabe tunecino, escritas en francés (o en inglés) y que ocupan todo el espacio sonoro y todo el espacio visual, palabras ordinarias, palabras de transeúntes que se extrañan de esa cámara cuyo objetivo se oculta detrás de una hoja de papel blanco : grabado de la ciudad, del mundo, comentado por un corazón invisible y parlanchín, obra fría y distante, lo opuesto de la primera.

Fotos cortesía del Jeu de Paume




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Contra la Fotografía (Una Historia Comentada de la Fundación Arabe para la imagen)

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22 de agosto 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)




Van Leo et Akram Zaatrai, Montaje



Tal es el título de la exposición en el MACBA de Barcelona (hasta el 25 de septiembre) en torno a Akram Zaatari y de la Fundación Árabe para la Imagen, la cual no se contenta con presentar las imágenes, su compendio y presentación en un contexto histórico y geográfico sino que interroga su tipo mismo, se interroga sobre el medio fotográfico en sí. El objetivo de la fundación es conservar colecciones y organizar archivos fotográficos de la región considerándolos como objetos y no solamente como imágenes.



Hashem el Madani, Scratched portrait of Baqari’s wife, 1954,



Es así que se encuentran testimonios artísticos y sociales extraordinarios, como el fondo del estudio de Hashem el Madani : fotógrafo de Sidon en el sur de Líbano que acaba de fallecer y su estudio fue un testimonio de la vida social, cultural y deportiva de su ciudad (también militar en una zona que fue invadida varias veces); es el autor en especial de la fotografía de la mujer rayada, fascinante (pero no está en la exposición).




Van Leo, Nadai Abdel Wahab, El Cairo, 1959, serie de 12 fotos



De una forma parecida (pero de nivel social más alto), conocemos al fotógrafo del Cairo (originario de Armenia, como muchos en el Medio Oriente) Van Leo, cuya entrevista en video con Zaatari en 1998, poco antes de su muerte, es muy conmovedora : aquel viejo flaco de chaqueta azul cuenta su carrera, sus éxitos e infortunios y llora sobre la muerte de la fotografía de calidad, a causa del video, el color, los selfis... Una de sus historias más bonitas es sobre Nadia Abdel Wahab, joven burguesa del barrio chic de Heliopolis, que va a verlo en 1959, y le pide que la fotografíe desnudándose, de ahí la serie aquí arriba (Van Leo dice que en general era él quien debía pagarles a las modelos para que se desnudasen...). Y Zaatari se interroga sobre las motivaciones de la bella Nadia y fantasea con la idea de que quizás fuera su abuela. 




Anon., Souheil, Souheila, Leila et Mamdouh Bisharat, Zahleh, 1943 1944



Hay también tantas historias de casas perdidas, tierras robadas, imágenes de nostalgia, como viejas damas elegantes, refugiadas en Beirut, Amman o el Cairo desde 1948, contento con una emoción controlada. La fotografía se convierte entonces en el único vector de memoria, la única huella de un mundo apacible, destruido de repente. Otro trabajo sobre la memoria, es una historia de carros, como una transición de las clases acomodadas (pocos felahs en ese conjunto fotográfico a no ser como simples elementos pintorescos) a una modernidad que aportará a la vez apertura y caos, de la Nakba a Daesh, la desposesión y los tiempos de lucha, como dice un compendio del artista.



Akram Zaatrai, Sculpting with time, 2017



Desde el principio de la exposición, se hace énfasis también sobre la materialidad de la fotografía, ya sean las alteraciones a través del tiempo, los retoques, las deterioraciones. Los negativos vistos abajo se dañaron formando burbujas de aire : la imagen desaparece y solo queda la materia. Al otro extremo, uno de los fondos que recibió la Fundación, el del Photo Jack Studio de Tripoli del Líbano, lo dejaron en bruto, en los rollos sin desarrollar, guardados tal cual en cajones de madera : se conserva el archivo en lugar de las imágenes que quedan latentes (un tema que vemos en las obras de Walid Raad y Hadjithomas-Joreige, lo que seguramente no es casualidad).



Antranick Bakerdjian et Akram Zaatari, The Body of film, Jerusalén 1948, y 2017



Y, por lo menos dos veces en la exposición, la deterioración de la imagen traduce la deterioración del mundo. En mayo de 1948, el fotógrafo Antranick Bakerdjian fotografía su casa destruida por la Hagannah en el barrio armeniano de la Ciudad Vieja de Jerusalén; expulsado de su casa, utiliza cámaras oscuras improvisadas y sus películas sufren. Zaatari elige mostrar no las impresiones sino el estado físico de las películas, su erosión, su deterioración, con las diferentes marcas de rollos que lograba procurarse bajo las bombas.




Khalid Raad, Yacov ben Dov et Akram Zaatari, Un-dividing History, Jerusalén



En fin, la serie más extraña es sin duda alguna aquella en la que dos series de placas fotográficas almacenadas juntas en condiciones precarias, fusionaron la imagen : cada placa se contaminó con la imagen de la placa vecina. Confrontado a tan bella metáfora, uno apenas se sorprendre al enterarse de que la ciudad representada es Jerusalén, que uno de los fotógrafos es un palestino llamado Khalid Raad y que el otro es un ucraniano sionista recién inmigrado llamado Yacov 
Ben Dov : dos mundos diferentes, enemigos, el antiguo y el nuevo, el ocupante y el ocupado, el colono y el indígena, ven sus visiones del mundo confundirse en una imagen común. No es sorprendente tampoco enterarse cuando leemos, de que esta colección ya no está en manos de la Fundación, y que la única huella que podemos ver son las imágenes hechas por Zaatari : lamentablemente no se permite la utopía.  


Fotos del autor excepto las dos primeras.


La otra exposición en el MACBA, Forensic Architecture, sobre el grupo de investigación dirigido por el israelí Eyal Weizman (hasta el 15 de octubre) es apasionante, pero no pude pasar bastante tiempo para poder escribir una crítica, lamentablemente. Mientras tanto, leeré el libro.



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Cuerpos recompuestos

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14 de septiembre de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)



 




Dentro de un gran octógono de ladrillo, tres practicables, y, sobre cada uno, una piel, Marsias desollado, o, mirando más de cerca, una malla color piel, extraña : se ven demasiadas mangas, demasiadas piernas, se atreve uno a tocarla, desdoblarla para entender. Tres bailarinas vestidas también de mallas, más delicadas, más ceñidas, que las deja casi desnudas, llegan a descolgar esos despojos, y, en el suelo se las ponen, deslizando sus brazos y sus piernas en el interior. Comprendemos entonces que queda todavía un vacío, una expectativa, quedan mangas vacías, queda sitio para otro cuerpo en el interior del traje.








Se acercan entonces otras tres bailarinas, sus cuerpos igual de expuestos a nuestra mirada, todas llevan capuchas que disimulan sus caras, y luego, cada una se junta con una pareja, la segunda bailarina se junta con la primera al entrar en su malla, junta un brazo con la pierna de la otra, forman un ser híbrido y monstruoso, una casta bestia de dos espaldas, una muñeca extrañamente articulada (ahí mismo pensamos en Die Puppe de Bellmer). Una vez reunidas las tres parejas de siamesas en un silencio total, seres extraños, mitad-hombre mitad quimeras, se mueven por el espacio del octógono. 







Apoyadas sobre manos o pies que no sabríamos atribuirle a la una o a la otra, esos monstruos se desplazan, se vuelven, se contorsionan, a veces se acercan, componen una bestia todavía más monstruosa y compleja, luego se alejan. Algunas veces una cabeza desaparece en el interior del envoltorio, como una tortuga asustada, y a veces sale de la ranura en la que se había disimulado, como un nacimiento apacible.







A veces la pose es majestuosa, como una estatua de Nereida en la cual el otro cuerpo no sería sino un apoyo, una ola; a veces se ve atormentada y creemos ver un aullido a la Bacon; a veces, acariciante, evoca un acoplamiento y a veces un nacimiento. A veces la pareja parece ir de acuerdo, lentamente, armoniosamente, y a veces creemos ver una lucha o una confrontación sexual.






Sin duda, más allá de su belleza formal, a la vez fascinante e inquietante, es una obra sobre lo híbrido y sobre lo informe. Para el espectador es también una experiencia de cercanía : las bailarinas se visten y se desvisten ante nosotros, justo al lado, y podemos desplazarnos en medio de ellas, sin restricciones, sin que nos separe un escenario (como si fuera con la gente de Uterpan).







Tuvo lugar durante los fines de semana de agosto en la Pinacoteca de Sao Pablo, una obra llamada Deslocamentos, de la coreógrafa brasileña Marta Soares.

Todas las fotos del autor (de ahí lo borroso).




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Historia y utopía en el Premio Marcel Duchamp

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29 de septiembre de 2017, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí) 



Maja Bajevic


Como el año pasado, los cuatro finalistas de Premio Marcel Duchamp estarán en el Centro Pompidou (hasta el 8 de enero) antes de que se seleccione al ganador el próximo 16 de octubre, y de manera menos artificialmente coherente que el año pasado ("se interesan por la complejidad del lenguaje..."). La primera sala es la de la artista franco bosnia Maja Bajevic (por quien me intereso desde hace tiempo) : himnos revolucionarios, un montículo barbecho, lámparas con luz intermitente (¿en morse?), una libreta que reproduce textos históricos sobre la utopía, de Thomas More a André Gorz pasando por Maīakovski, una pantalla de televisión que mezcla ciencia ficción y publicidades consumistas de los años 50. En lugar de una vana reconquista del sentido, lo que veo es una tumba melancólica de las utopías, sobre la que ya ni siquiera crecen las flores, el perfume desesperado del fin de un mundo, una forma de resignación triste ante la globalización macroniana.



Joana Hadjithomas & Khalil Joreige, Discordances / Unconformities





Joana Hadjithomas & Khalil Joreige
En diagonal, la pareja franco libanesa Joana Hadjithomas & Khalil Joreige (por quienes me intereso también desde hace tiempo) se sumerge en la historia, en la arqueología : al realizar extracciones de muestras en Beirut, Atenas y Paris, revelan la historia, la prehistoria y la geología de esas ciudades, tanto con largas (6 metros) imágenes comentadas en las paredes, como con unos quince tubos de vidrio suspendidos y en los que se amontonan las extracciones. La oposición entre horizontal y vertical, entre escultura e imagen plana, entre materia y representación, entre la brutalidad muda de las piedras y la elegancia de los comentarios históricos manuscritos, construyen una instalación fascinante que completa un video de obra (nos recuerda la danza de los camiones al final de su película Je Veux Voir). Volvemos a leer la historia del hombre en esas ciudades (sus rupturas y ausencias : "la arcilla en buen estado demuestra que Beirut, del periodo antiguo a los otomanes, estuvo abandonada") y se remonta hasta la piedra bruta, antes de que apareciera el hombre. ¿Qué podemos aprender de esa arqueología del pasado? Algunas veces la arqueología y la manera como es instrumentalizada es un arma de propaganda (de Napoleon III y Alésia a los mitos sobre los reyes Salomón y David). Aquí tenemos sobre todo una meditación histórica, una interrogación sobre nuestra civilización, su fragilidad y sus raíces.



Charlotte Moth
La obra de Charlotte Moth, con otros vecinos, hubiera despertado cierto interés; pero aquí, al lado de la instalación magistral de Hadjithomas & Joreige, unas estatuas polvorientas sacadas de las reservas de la Ciudad de Paris, no se les pueden medir : nostalgia simplista y juego de luces en vano.
La obra de Vottorio Santoro parece totalmente desfasada en relación con los demás : una instalación con todos los tópicos incomprensibles del posmodernismo. Lo más cómico son los eslóganes en banderas en otros lugares de la ciudad : mi preferido es "Antes" se encuentra "Después". i Apague y vámonos !



Fotos del autor




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Detrás de la cortina (Susanna Pozzoli)

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30 septembre 2017, par Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)
  


Susanna Pozzoli, Handmade, Korean Way, 2010



La fotógrafa italiana Susanna Pozzoli realizó durante tres meses en 2010 un trabajo sobre los maestros artesanos coreanos, alfareros, bordadoras, calígrafos en madera, papeleros, fabricantes de tambores, de tazones de metal o pequeñas decoraciones con hilo anudado : retratos de artesanos e imágenes de sus obras maestras, totalmente en acuerdo con sus investigaciones sobre los oficios de arte y artesanía. Pero quizás (simple hipótesis de mi parte) la belleza y el dominio, son a la larga, aburridores, quizás la contemplación de toda esa perfección engendra a veces ganas de suciedad, de desorden, de fealdad, de transgresión, de otra mirada, como para mantener cierto equilibrio. Entonces Susanna también fotografió detrás de la cortina, las bambalinas, los residuos, las manchas, los fracasos, todo lo que normalmente no se muestra, todo lo que esos maestros desean disimular, y que, parece, solo la dejaron mirar con reticencia e incomprensión. Su exposición en el Salon H (hasta el 2 de diciembre) muestra ese otro lado.




Susanna Pozzoli, Handmade, Korean Way, 2010


Vemos objetos bien logrados, productos terminados, algunas herramientas : una pala, pinceles, piedras ennegrecidas de un horno. No sabemos, la mayor parte del tiempo, cómo los residuos se vinculan con los fragmentos ligados a la fabricación de los objetos : si el horno recuerda al alfarero, quién puede adivinar que la masa blanca enrevesada que se sale del recipiente es la huella del trabajo del fabricante de papel, quién se puede imaginar que esa pared sucia está adornada con las manchas del alfarero pintando sus jarrones. En realidad poco importa : no es un documental sobre los métodos de producción de esos artesanos, es un recorrido melancólico y desfasado, un inmersión en los estratos arqueológicos de la belleza, una rehabilitación del error y del desecho, una retirada frente a la perfección estética, o más bien la búsqueda de otra belleza, gracias a la composición rigurosa de las imágenes, al contraste de su luz, y a la oposición que aparece entre duro y blando, entre brutalidad y suavidad de las formas. 

Fotos (c) Susanna Pozzoli, cortesía de la artista



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Sumario agosto-septiembre de 2017

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30 de septiembre de 2017, por Lunettes Rouges

  


8 reseñas este bimestre

1 de agosto : ¿ Quiere pasar la noche en el museo ? (Ana Perez-Quiroga)
11 de agosto : ¿ Hockney fotógrafo ?
12 de agosto : El paseo de Simon (Gonzalo Elvira)
21 de agosto : Imperceptibles percepciones según Ismaïl Bahri
22 de agosto : Contra la Fotografía (Une Histoira Comentada de la Fundación Árabe para la imagen) (Akram Zaatari)
14 de septiembre : Cuerpos recompuestos (Marta Soares)
29 de septiembre : Historia y utopía en el Premio Marcel Duchamp
30 de septiembre : Detrás de la cortina (Susanna Pozzoli)



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¿ Doble Penn ?

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01 de octubre de 2017, por Lunettes Rouges

  

Irving Penn, Marcel Duchamp, NYC, 1948 (épreuve gélatino-argentique), 25.4×20.6cm



De Irving Penn de quien el Grand Palais presenta una retrospectiva muy completa (hasta el 29 de enero), usted debe conocer las fotos de moda (y, entre otras las de su esposa Lisa Fonssagrives) y los retratos de gente famosa, sobre los cuales esta exposición insiste hasta tal punto de volver a ello en la última sala. Usted se habrá hecho entonces la idea de un fotógrafo de estudio, clásico, técnico y perfeccionista y que se mueve en un universo chic y sublime, el de los "top models", de los famosos y de las estrellas de todo tipo. Y eso es verdad. Pero incluso en ese campo se ven algunas incongruencias, algunas divergencias, algunas rarezas (que, por ejemplo, Avedon no se hubiera permitido, creo) : una de las más interesantes es su técnica para hacer posar sus modelos en un ángulo bastante agudo entre dos paredes. Atrapado entre dos muros, el modelo se sostiene, intenta no preocuparse y ocupar el estrecho espacio : ya es una cuestión de territorio, como veremos con su estudio nómada. Al ver así a Marcel Duchamp centrado sobre sí mismo y agarrado a su pipa como a un salvavidas, podemos dudar de que ello haga sobresalir la esencia íntima del personaje (como los saltos para Halsman). Pero este artificio, tanto como la alfombra vieja, informa que lo utilizaba como fondo o tarima (en la escalera del Grand Palais figura un ejemplar), introduce una forma de discordancia, de transgresión en los retratos que de lo contrario serían bastante lisos.



Irving Penn, Nude n°1, NYC, 1947 (épreuve gélatino-argentique), 15.9×15.2cm, The Metropolitan Museum of Art, NYC


Es solo una hipótesis, pero me imagino a Irving Penn paseando su aburrimiento elegante en medio de las mundanidades fotográficas y soñándose escapatorias, imaginándose un doble más libre, más aventurero. Un bonito ejemplo es su serie de desnudos : aunque los primeros son cuerpos alargados de maniquíes (y quizás de la bella Lisa, todos esos cuerpos son acéfalos), Penn se interesa muy pronto por morfologías menos clásicas. Consigue, no sabemos donde, mujeres de cuerpos pesados y lánguidos, de vientres marchitos, de senos que cuelgan, de muslos enormes, y parece que el placer de fotografiar a esas Venus neolíticas es mucho más grande : trabaja sus impresiones para obtener una blancura mineral sorprendente. Es inútil decir que esos desnudos no tuvieron ningún éxito cuando los mostró en 1950 y habrá que esperar 50 años para que la serie sea apreciada.



Irving Penn, Shadow of Key, Gun and Photographer, NYC, vers 1939 (épreuve gélatino-argentique), 18.4×19.1cm


Otra "escapada" de ese Penn n°2, algunas de sus naturalezas muertas, cuando empezaba, a partir de 1939 : algunas son únicamente ejercicios formales, como el juego de sombras de aquí arriba (con su propia sombra, poco inocente) o la fotografía de un plato sucio de una extrema sencillez escultural; también juega con las letras, los letreros urbanos, las señales publicitarias descubiertas por casualidad durante sus peregrinaciones. Más tarde, después de 1975, construirá composiciones con residuos, desechos, basura : su cuidadosa organización parece traducir un juego intelectual, meditativo, una manera bastante diferente de acercarse al mundo, de someter lo real a sus deseos estéticos (las cosas son más maleables que los seres humanos).



Irving Penn, Theatre Accident, NYC 1947 (dye transfer 1984), 49.5×38.7cm, The Metropolitan Museum of Art, NYC, (c) Condé Nast


Bien diferentes son las naturalezas muertas narrativas en color que hizo para Vogue después de 1943. Así este Accidente en el Teatro es una composición llena de indicios que cuentan una historia : una mujer ya no muy joven, algo redonda (si nos dejamos guiar por su zapato), burguesa elegante, ha dejado caer su cartera y el contenido se riega indiscretamente por el suelo; mechero grabado, reloj de oro, binóculos de teatro. Y Penn ha dejado algunas huellas que muestran la angustia de la mujer : un cigarrillo roto, un pito alarma, pastillas (¿será Valium?). Está bien, sin más, pero está bien hecho y reconocemos en el suelo su alfombra fetiche. Penn les dirá más tarde a sus estudiantes : "Si no cuenta una historia humana, para mí, una naturaleza muerta representa poco interés".



Irving Penn, Man Lighting Girll’s Cigarette (Jean Patchett), NYC 1949 (épreuve gélatino-argentique 1983), 48.9×51.1cm



Los cigarrillos son un motivo recurrente y lleno de ambigüedad en la obra de Penn : una de sus fotografías muestra el maniquí Jean Patchett a quien un hombre fuera de encuadre le enciende el cigarrillo. Una botella en primer plano deforma la imagen y así el cuerpo de la mujer se encuentra difrangente, descompuesto : ¿ es una foto de moda ? ¿ es un juego sobre los placeres y peligros del tabaco y del alcohol ? Penn, que dizque detestaba el tabaco, hizo muchas otras publicidades para cigarrillos.



Irving Penn, Cigarette n°37, NYC, 1972 (épreuve au platine-palladium, 1975), 59.7×44.1cm, The Metropolitan Museum of Art NYC, (c) The Irving Penn Foundation



Y claro, enseguida pensamos en su serie sobre las colillas que hizo 20 años más tarde : las fotografía como si fueran monumentos, como si fueran esculturas, hace lujosas impresiones de platino gran formato; tal vez sea de nuevo una reflexión sobre el placer mortal, pero yo veo sobre todo un himno a la belleza de las cosas insignificantes, una mirada desfasada sobre la manera como el placer visual puede nacer de motivos omisibles pero que la mirada del fotógrafo transformará (Walker Evans tuvo un enfoque bastante similar, sería interesante juntarlos, desordenes de Evans y composiciones de Penn).



Lisa Fonssagrives-Penn, Irving Penn at Work in New Guinea, 1970 (épreuve gélatino-argentique vers 1974), 19.4×19.4cm, The Metropolitan Museum of Art NYC, (c) The Lisa-Fonssagrives-Penn Trust


Como ya escribí sobre su serie de los Pequeños Oficios para la exposición en la Fundación Cartier-Bresson, no repetiré aquí sino para subrayar la extracción de la gente de su universo cotidiano con el fin de desplazarlos a su estudio, al territorio del fotógrafo. Ocurre lo mismo durante sus viajes exóticos, durante los cuales, equipado con un estudio desmontable, convoca a papús, marroquíes o dahomeyanos, y los somete a su deseo, incluso fisicamente : le falta el idioma de sus modelos y los manipula, los hace posar como quiere "puesto que tenían los músculos tiesos y resistentes, yo tenía que hacer esfuerzos considerables". Más que con los blancos de los Pequeños Oficios (y naturalmente sin comparación con los maniquíes y las estrellas), Penn tiene que afrontar seres humanos de los que no sabe nada, ni la lengua, ni el nombre, ni la cultura : para él son solamente material fotográfico bruto.



Irving Penn, Three Dahomey Girls, One Standing, 1967 (épreuve au platine-palladium 1973), 47.3x47cm, The Metropolitan Musuem of Art, (c) The Irving Penn Foundation


Aunque toma ciertos códigos de la fotografía etnológica, su actitud está a las antípodas de la de Verger, por ejemplo. Podemos apreciar su curiosidad por las imágenes de otras partes, pero no es sino un seudo etnólogo diletante que mira con ojos de occidental y nos muestra lo pintoresco y lo exótico bien empacados. Yo diría que las jóvenes dahomeyanas de senos desnudos y cuerpos escarificados o blanqueados, no se alejan mucho de las imágenes orientalistas eróticas que estuvieron tan de moda hace un siglo.




Martin Chambi, El niño mendigo, 1934


Y es así que llegamos a Cuzco, en donde pasa el fin del año 1948 fotografiando indígenas. Y pues para el aficionado a la fotografía, Cuzco significa inmediatamente un nombre, el de Martin Chambi, el primer fotógrafo indígena de América Latina, el primero que no tuvo una mirada colonial sobre los indígenas. En ese momento Chambi tiene 57 años y lleva 25 años en un estudio de Cuzco, es conocido en Perú y también en el extranjero (National Geographic había publicado 26 fotografías de Chambi en 1938 para ilustrar un artículo del antropólogo Philip Ainsworth Means). 
¿ Fué su estudio el que Penn alquiló durante unos días ? Penn no lo dice, y habla de él no sin condescendencia, habiéndolo mandado a pasar la Navidad en otra parte. Vemos un gran parecido entre las salas y sus decorados, pero el catálogo (que no compré) afirma lo contrario. Sería interesante que un día expusieran juntos a los dos fotógrafos (como el MoMA lo hizo con Chambi y Edward Ranney, gran conocedor del Perú, pero que después de haber frecuentado a Chambi, renuncia a fotografiar a los peruanos, ya que como "outsider" se sentía incapaz de representar su vida de manera pertinente). No es el tipo de escrúpulo que puede tener Penn. Su episodio en Cuzco le permitió "fijar los principios plásticos y sicológicos que encontramos en sus retratos a lo largo de los 25 años siguientes" (Jeff L. Rosenheim, en el catálogo).



Irving Penn, Cuzco Children, 1948, (épreuve au platine-palladium 1968), 49.5×50.5cm, The Metropolitan Museum of Art NYC, (c) Condé Nast



Allí en donde cada cual se maravilla con el trabajo de Penn en Cuzco, yo siento cierto malestar ante el uso del cuerpo humano como simple material fotográfico, ante la negación de la persona, maleable tanto como se desee (muchos son fotografiados de espalda, simples percheros para trajes suntuosos). La fotografía de la pareja de niños con los pies desnudos (él desafiante y ella ausente y altanera) me molesta profundamente : no tanto por su mirada (vacía como un conejo ante los faros de un carro, me sugieren), sino por la mirada del fotógrafo sobre el Otro como si fuera un ser raro, anormal y exótico. Ello me recuerda el voyerismo hacia los fenómenos de feria y los zoos humanos de las exposiciones universales con sus indígenas enjaulados. La belleza de las fotos, la dignidad de los indios, su presencia, chocan con la brutalidad occidental de Penn, con su imperialismo, dirán algunos, frente a un mundo en el cual, a pesar de su talento, no desea entrar (de hecho, no sabría) y que solo desea controlar para someterlo a su ambición fotográfica.

Todas las fotos de Irving Penn cortesía del Grand Palais, excepto las 3 primeras (Foto 3 del autor)


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Cincuenta sombras de azul

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10 de octubre de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)

Marcio Vilela, Estudo Cromatico para o Azul, Bleu du ciel à 0 m, 20 000 m, 30 000 m et 38 000 m au-dessus du niveau de la mer, 2015, chacune 91x78cm


Es una obra bastante extraña la que presenta (hasta el 13 de octubre) el artista Marcio Vilela, un brasileño que reside en Portugal, bajo el auspicio de Ocuparten el 4° piso de un apartamento de Le Consulat (y es mucho más interesante que las fotografías fotoshopeadas que allí presentan). Extraña porque podría ser simplemente no una exposición artística sino la presentación de una investigación científica : ¿ cuál es el color del cielo ? Los sabios le dirán que es el azul, ya que es la frecuencia luminosa en la cual las moléculas de la atmósfera emiten más la luz del sol (si entendí bien). Y los pintores llevan siglos intentando representar esos matices de azul; los holandeses del siglo de oro, bañados por su luz húmeda fueron los primeros maestros del tema. Pero pintores y fotógrafos siempre han estado fascinados con los cielos nublados, atormentados, grises y blancos : como los famosos Equivalent de Stieglitz o las composiciones temporales de Jacqueline Salmon. Para gusto del artista, la pureza cerúlea es demasiado vacía, demasiado uniforme y hay que poblarla con nubes o estrellas.



Marcio Vilela, Estudo Cromatico para o Azul, éclatement du ballon à 38 000 m d’altitude, 2015, 136x175cm


Viela, por su parte, sólo quiere un cielo puro, pero lo quiere dentro de toda su diversidad, toda su profundidad, todas sus sombras azules : su proyecto consiste en amarrar aparatos fotográficos y cámaras a un balón sonda que sube a 38 000 metros antes de estallar. Así se han realizado miles de fotografías del cielo y cuando la atmósfera se hace rara ello se manifiesta con un ennegrecimiento de la imagen : lo que tenemos es un Pantone de azules más rico que cualquier carta de colores. El artista seleccionó algunas imágenes, de la más azul a nivel del suelo a la más oscura en lo alto de la trayectoria; cuando llega a 38 km, el balón estalla y la foto de ese instante muestra la envoltura en pedazos alrededor del núcleo. Los aparatos bajan con paracaídas y Vilela los recoge.




Marcio Vilela, Estudo Cromatico para o Azul, La stratosphère à 38 000 m d’altitude, 2015, 136x175cm


Es una trabajo obsesivo de investigación, un proceso que desplaza a su autor pues (parecido a Müller-Pohlela máquina toma las fotos automáticamente y luego el artista las selecciona; es una inversión de la regla clásica : elegir el marco de toma a fotografiar. El artista ya no es fotógrafo en el sentido del que toma las fotos sino el creador y organizador de un proceso casi científico que conduce a resultados visuales secos y puros. Este proyecto es algo como un camino sin salida : abandono de toda pretensión estética para privilegiar solamente el programa. Las obras precedentes de Vilela tenían que ver con el paisaje que él miraba como si fuera un espejo de él mismo, y ya había sentido fascinación por otras imágenes inciertas como las nieblas de las Azores, disimula casi todo el paisaje con el gris algodonoso de las nubes, el océano visto desde arriba o el « white out » : ya vemos una manera de privilegiar la mirada sobre lo mirado.

Fotos cortesía de Ocupart


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La revista Aspen

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14 de octubre de 2017, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)






Esta reseña no es verdaderamente una crítica, es sólo una presentación de la exposición en Culturgest (hasta el 7 de enero) de la extraordinaria revista Aspen, una revista en caja, que entre 1965 y 1971 editó diez números. Hoy presentan su colección completa de una forma muy atrayente. Los números uno y dos fueron consagrados a Aspen y a su arquitectura, pero después Aspen se convirtió en una revista de la (contra) cultura estadounidense :

n°3 sobre el Pop Art, con Andy Warhol como editor
n°4 sobre McLuhan
n°5/6 sobre el minimalismo, editada por Brian O’Doherty, con la primera publicación de la Muerte del autor, de Barthes, y La Estética del silencio de Susan Sontag
n°6A sobre la performance, y en particulier la Judson Church
n°7 sobre el arte británico
n°8 sobre Fluxus, editada por Dan Graham
n°9 sobre el arte psicodélico
n°10 sobre Asia


John Cage, Aspen 6A, advertising


Hasta había publicidades : aquí arriba en el n°6A, John Cage sonríe más o menos según le compre uno, dos o tres libros.

Los enlaces van a Ubuweb en donde se encuentran todos los documentos, incluyendo películas y grabaciones. Hasta podrá escuchar la voz de Marcel Duchamp.
Para los parisinos, la revista está disponible en la Biblioteca Kandinsky.

Un jardín interior, dibujado con tinta (Ana Hatherly)

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15 de octubre de 2017, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)



Detalle de la vanidad aquí abajo


La poetisa y escritora portuguesa Ana Hatherly que falleció hace dos años, es muy poco conocida fuera de Portugal. Uno o dos libros en francés, una revista, y, en inglés, la traducción de algunos poemas, una película subtitulada y es más o menos todo. El comisario Paulo Pires do Vale (quien, entre otras, ha realizado las dos exposiciones Pliures en París, en Gulbenkian París y en Bellas Artes) presenta la exposición que acaba de abrir el Museo Gulbenkian (hasta el 15 de enero) como un ensayo. A partir de las lecturas y de los cursos de Ana Hatherly, la exposición muestra su vínculo con el barroco, no tanto la iconografía misma y su influencia sobre las obras plásticas de la artista, sino los temas que la fundamentan y la manera como hacen vibrar la obra. El barroco, sí, pero ¿ qué barroco ? Han elegido abordarlo por cuatro facetas : el laberinto, el tiempo (placer y muerte), la alegoría y el lenguaje. Laberinto y lenguaje resultan de un enfoque más estructural, tiempo y alegoría de una visión más sensible. 




Ana Hatherly, Torah, 1973, marcador sobre papel y madera. Col. Gulbenkian


Primero el lenguaje, el juego de letras y palabras, poesía y pintura : al fondo de la exposición un diaporama presenta más de 350 imágenes con las cuales ella ilustraba sus cursos a propósito de las relaciones entre la palabra y la imagen (la escritura como representación, los alfabetos fantásticos, la poesía visual, los signos lingüísticos en el arte...) y posiblemente sea allí en donde se deba empezar, para entender hasta qué punto, para Ana Hatherly, la escritura es una forma de pintura y todas sus obras visuales están también compuestas con texto (o algo similar). En la pared vemos su alfabeto estructural, puro invento visual, y sobre una mesa, una Torá falsa, un sacrilegio que no es iconoclasta sino logoclasta, que borra el Verbo del principio al despojarlo de su sentido reduciéndolo a imagen. Vemos todos los códigos de escritura, de los jeroglíficos al cuneiforme, del chino al cúfico (y, subiendo, en la sala de arte islámico del museo, exponen varios "neografitis" suyos, signos suspendidos que hacen eco con la caligrafía árabe).




Ana Hatherly, ST, sin fecha, marcador sobre papel


Y la plasticidad de la escritura (que no se refiere al barroco) la encontramos desde la entrada, en este gran rollo, en el cual la palabra « paz », se repite cien veces, con un temblor obsesivo casi alucinado e interminable.



Ana Hatherly, Laberinto blanco, 1996, spray sobre papel. Col. part. en depósito en Gulbenkian


Estructural también, la primera sala sobre los laberintos, entre los que Ana Hatherly dibujaba (arriba), y los procedentes de sus investigaciones en la literatura barroca, tenemos numerosos ejemplos en las vitrinas, con muchos laberintos de palabras. El laberinto es un mapa de la imaginación, un motivo repetitivo y estructurador. Concebir laberintos, desde Dédale, es en sí un arte, un juego de coerción y de libertad, en el cual se descubre una visión nueva, un punto de vista diferente al mismo tiempo que se busca escapar, y los oulipianos, Perec, Queneau, habían entendido bien su riqueza infinita.



Ana hatherly, A Casa das musas : uma releitura critica da tradiçao, Lisboa, Estampa, 1995


No es casualidad que la selección de sus ensayos (su prefacio) sobre las relaciones entre poesía barroca y poesía visual contemporánea esté adornada con un laberinto de mosaico.



Ana Hatherly, « The pomegranate », 1971, marcador, lápices de colores y collage sobre postal, 14×8.9cm. Col. Gulbenkian


Entre las dos secciones bastante conceptuales, se encuentran dos salas más bien dentro del universo de lo sensible. La una trata de la alegoría, de la simbología de las flores y de las frutas, del descifre de las pinturas codificadas de la época barroca, y también de los sueños y su interpretación. Consta sobre todo de una hermosa serie de dibujos de granadas coloreadas por Ana Hatherly : símbolo de fertilidad y de cohesión.



Anon., Vanité, 17e, huile sur toile, 50x60cm. Coll. Musée national d’art ancien, ph. Joao Pessoa


Para terminar, la sala sobre el tiempo contrasta el placer (con la Fête Galante de Lancret) y la muerte (con esta Vanidad anónima del siglo XVII) cuyo detalle de arriba evoca un jardín interior, quizás el jardin hecho con tinta que uno de sus poemas en la pared menciona y que intitula la exposición. Vemos fotos (de Jorge Molder) de una de sus demostraciones en la Galería Quadrum en 1977, en donde ella destruye paneles de papel decorativo; para ella, es un acto creativo de rechazo del mercantilismo en el arte (al contrario de Fontana, quien, además no se dejaba fotografiar o filmar en el momento crítico). Otro museo lisboeta presentará en noviembre la película de esta demostraciónRupture

Crítica de la exposición, en portugés (con fotos de su servidor trabajando)

Fotos 1 a 4 del autor; fotos 6 & 7 cortesía de la Fundación Gulbenkian.


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